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Sebastian Kurz, un canciller en la sombra al estilo de Vladimir Putin.

El Gobierno austríaco se recompone tras la dimisión del canciller Sebastian Kurz, acorralado por la Fiscalía Anticorrupción por su presunta implicación en delitos de fraude y sobornos. Su sucesor, será el hasta ahora ministro de Relaciones Exteriores, Alexander Schallenberg, un diplomático de carrera sin apenas experiencia política, cercano aliado de Kurz y como éste, muy duro en materia de inmigración. Schallenberg ya se ha reunido con el líder de los Verdes y vicecanciller, Werner Kogler, y hoy hizo lo propio con el jefe del estado, Alexander Van der Bellen.

Tras su entrevista con el presidente, Schallenberg afirmó que tenía un «enorme reto por delante que no será fácil para nadie» y destacó «el grado increíble de responsabilidad» que ha mostrado el país. Por su parte, Kogler se felicitó ante «la posibilidad de abrir un nuevo capítulo en el trabajo del Gobierno de coalición», dando con ello por cerrada la crisis.

Queda pues asegurada la continuidad de la coalición entre el del Partido Popular (ÖVP) y los Verdes, y esa era, aparentemente, la prioridad de Kurz, la del político que antepone el bien del país a sus intereses personales. Los analistas austríacos, sin embargo, ven en el movimiento de Kurz una estrategia a medio y largo plazo. Su maniobra, incluso recuerda a algunos comentaristas a las del presidente ruso, Vladimir Putin, quien dio paso a Dmitry Medvedev solo para volver a tomar el mando. Esa es la tesis que defiende el diario Kronen Zeitung en una editorial, la de un Kurz que sólo se plantea dejar el cargo por un tiempo limitado. Y lo hace como sólo puede hacerlo un canciller que aspira a volver a serlo: evitando la moción de censura que la oposición anunciaba para el martes y que seguramente hubiera perdido. Sin la salida de Kurz, los Verdes hubieran apoyado la moción ante la gravedad de los delitos por los que la Fiscalía anticorrupción (WkStA) ha abierto una investigación contra él y su círculo más próximo.

Se le acusa de haber utilizado métodos criminales para hacerse con el control de su partido y posteriormente con el Gobierno. Lo hizo, al parecer, desde que entró en el Gobierno como ministro de Asuntos Exteriores, en 2016, financiando medios de comunicación a cambio de editoriales favorables y encuestas embellecidas. El método, como han recordado redactores jefes de distintos periódicos austríacos no es una novedad. Kurz no ha sido el primero ni será el último dirigente políticos que se sirve a través de artículos y publicidad pagada en los medios para ganar popularidad y apuntalar su influencia. El problema de Kurz es que, presuntamente, no invirtió en su futuro con su bolsillo, sino con fondos de los contribuyentes, a través del Ministerio de Finanzas. Los documentos en poder de la Fiscalía recogen pagos al grupo de medios Austria, el más importante del país, de hasta 1,3 millones de euros.

En la supuesta operación de ascenso al poder de Kurz participaron, además de sus más próximos colaboradores, la la ex ministra de familia, las sociólogas Sophie Karmasin y Sabine Beinschab y los hermanos Hubert y Wolgang Fellner, propietarios de Media Group Austria. A ese conglomerado de medios pertenecen entre otros, el diario gratuito Österreich, el canal de televisión o224.tv, revistas económicas y para la mujer, además de una red de emisoras de radio. Forman, en su conjunto, el mayor grupo de comunicación de Austria y uno de los que peor reputación se ha labrado por su sensacionalismo.

Kurz ha defendido la presunción de inocencia en las 72 horas que pasaron desde que la Fiscalía procedió al registro de la Cancillería, el ministerio de Finanzas y la sede del ÖVP hasta su dimisión. La presión, sin embargo, era insostenible incluso para Kurz. Tenía dos opciones: dimitir y salvarse de la quema o acudir al matadero parlamentario. Eligió la dimisión porque le permite retirarse sin irse. Kurz se mantiene como líder del ÖVP, mantiene el Gobierno y mantiene su poder y visibilidad autonombrándose jefe del grupo parlamentario. Tiene en su mano todas las herramientas para, desde la sombra, mover los hilos en el Gobierno.

La líder de la oposición socialdemócrata, Pamela Rendi-Wagner, no tiene dudas de que así será. «Kurz sale de la Cancillería, pero seguirá, a la sombra, siendo el canciller», «ha declarado Rendi-Wagner. Poder en la sombra, como Jaroslaw Kazcynski al frente del gubernamental partido Ley y Justicia (PiS) en Polonia, como Putin en Rusia, pese a todas las distancias.

El paralelismo de los medios austríacos con Putin es interesante. Putin pasó de ser presidente a primer ministro Medvedev en 2008-2012, para regresar luego a la Presidencia. Un cable diplomático estadounidense filtrado en ese momento decía que Medvedev «interpreta a Robin para el Batman de Putin».

Kurz no ha mencionado un límite de tiempo para su salida de la Cancillería, pues eso dependerá del tiempo que necesite la Fiscalía para determinar con pruebas si, efectivamente, falseo encuestas y se compró una reputación en los medios con dinero público, pues ese es el verdadero problema.

Kurz anunció su dimisión en un discurso de siete minutos de duración, de los que más de la mitad fueron para reiterar su inocencia y explicar que abandonaba el Gobierno por responsabilidad con el país. Fue una decisión consensuada con los poderosos líderes regionales del ÖVP y entre ellos Günther Platter, jefe del Gobierno tirolés. Según Platter, fue una decisión correcta. El canciller tenía que dar un paso al costado hasta que se aclaren las acusaciones e su contra», recalcó. Kurz volverá.

Fuente: El Mundo.

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