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Abalde primero, Yabusele después y Tavares siempre: el Real Madrid no perdona al Panathinaikos.

Hacía mucho tiempo que no pasaba por el WiZink un rival tan despistado. El Panathinaikos ensució su buena reputación en un ejercicio de desgana que no dejó pasar el Real Madrid, pese a que se contagiara un buen rato. Qué fue de aquellos verdes fieros. El marcador final hizo justicia a una faena aseada de los blancos para el tercer triunfo en Euroliga, todos en casa. Con tipos que piden paso como Abalde y otros como Yabusele que son ya una constante de ilusión. [88-65: Narración y estadísticas]

Fue Tavares el inabordable, contra el que nunca tuvo argumentos el Panathinaikos, que tuvo en el rebote su pesadilla particular. Primero fue golpeado por Abalde y finalmente, cuando aún conservaba un hilo de vida, le remató Rudy Fernández, que si de algo sabe es de cerrar partidos.

Cuesta reconocer en este Panathinaikos alguno de los rasgos de los que le hicieron legendario hace no tanto. Más allá del verde de su camiseta y del trébol de su escudo. Papapetrou y el gigante Papagiannis intentan mantener el ADH heleno -Mitoglu salió hacia Milán-, pero la cuadrilla de estadounidenses, la mayoría recién llegados, andan tan perdidos (qué decir del talento guadianesco de Nedovic) a las órdenes del debutante Dimitris Priftis que bien pronto el Madrid intuyó el bocado.

Con la conexión Heurtel-Tavares y, sobre todo, con la irrupción de Abalde, novedad en el quinteto titular. El gallego mostró su habitual ambición y esta vez encontró premio desde el perímetro. Acertó con sus tres primeros triples y se fue al descanso con 14 puntos tras un ‘mate NBA’ cruzando la zona como si le hubieran puesto una alfombra roja.

El Madrid llegó a prácticamente doblar al PAO (35-18), probando ahora con sus dos gigantes en pista. Pero justo ahí, cuando debía de romper todo, se le encasquilló el gatillo. Era tal la superioridad, la pura inercia defensiva que nublaba a los de Atenas, que a Pablo Laso no le hacían nada de gracia las pequeñas desconexiones de los suyos, como contagiados de la desidia del rival. Porque hace sólo dos días en este mismo escenario el Monaco les remontó 25 puntos. Y si esas lecciones no se aprenden, terminan por enquistarse.

RUDY REMATA
Del vestuario el Panathinaikos regresó con tres pérdidas seguidas de Kendrick Perry, pero ahora el Madrid fallaba con la espada, como si el aro de repente hubiera encogido. Y la distancia, que por sensaciones debería ser oceánica, era tan escasa que los griegos seguían con aliento. Era una constante, como un ciclista haciendo la goma, se agarraban los griegos a la noche, liderados ahora por Daryl Macon. Pese a la aparición de Causeur, esta vez el galo la pieza reservada a la segunda parte. Y al dúo cada vez más engrasado que forman Heurtel (siete asistencias) y Tavares.

El Madrid necesitaba un nuevo impulso para escapar de la grisura y para evitar líos. Porque las pérdidas eran un lastre, especialmente enredado ahí Williams Goss. Y lo que prometía una noche de fuegos artificiales se había convertido en un tostón. Cuando nada más comenzar el acto definitivo el nuevo base americano del Madrid la perdió y cometió una antideportiva, Laso lo tuvo claro. Rudy y Llull a bailar. Y así se evitan males mayores.

Con la experiencia de dos de los mayores killers de la historia del baloncesto español, ya no hubo resquicio para la décima victoria de la temporada, la tercera en Euroliga. Rudy asestó dos triples consecutivos, el último desde más de siete metros. De Abalde hubo menos rastro en la segunda parte y Yabusele fue un martillo pilón constante. Como Tavares, sin fallo en el tiro, demasiado.

Fuente: El Mundo.

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