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La encrucijada de Saúl: el sueño cumplido de la Premier y el laberinto de una medular blindada.

Desde las 23:57 del 31 de agosto, cuando encontró un destino para salir del Atlético, como era su intención desde el sprint final de la temporada pasada, hasta hoy, Saúl Ñíguez (Elche, 1994) ha disputado con el Chelsea 47 minutos en siete partidos de la Premier. Dos de ellos el pasado sábado, en Newcastle, con el marcador cerrado (0-3). Los otros 45, en su puesta de largo en Stamford Bridge, frente al Aston Villa, actuando de pivote, como él anhelaba, junto a Kovacic. A Thomas Tuchel, obviamente, no le convenció la apuesta. Bueno, más bien no le convenció nada porque ni siquiera echó mano de él durante la goleada ante el Norwich (7-0). Aquel día, Kanté ni entró en la convocatoria. Loftus-Cheek como Barkley le ganaron el sitio.

Su breve relato en el Chelsea se resume en 238 minutos: 25 en Champions, con un 4-0 ante el Malmoe en el marcador, y 166 en la tercera y cuarta ronda de la Copa de la Liga. Ambos partidos resueltos en la tanda de penaltis. «Saúl no tiene que preocuparse. Sólo debe trabajar duro y ya llegarán las oportunidades», desgranaba su entrenador hace apenas un mes, justificando su silencio en el banquillo. Sin esos dos minutos del sábado ante el Newcastle, habrían sido seis duelos consecutivos de liga sin la menor oportunidad.

Desde hace años, la posibilidad de aterrizar en la Premier cobijaba mariposas en el estómago de Saúl. Su apuesta personal en 2019 por la agencia ICM Stellar Sports que dirige Jonathan Barnett, representante también de Gareth Bale y, también, de Loftus-Cheek, rival por un puesto en la medular blue, tenía como objetivo hallar algún día un rincón en la Premier. En aquel momento su valor de mercado alcanzaba los 90 millones, la cima de su carrera. Hoy no llega ni a la mitad: 40.

Tiempo atrás, cuando Saúl deslumbraba en el continente como un impresionante centrocampista box to box, ungido por su maradoniano gol al Bayern de Guardiola, el Manchester United sacó el talonario, pero su intento fue abortado desde Madrid. «El Atlético le quiere y él quiere al Atlético», recalcaban a este periódico desde el club rojiblanco, días antes de su cesión al Chelsea. Ese formato, como ocurrió con Álvaro Morata, fue la única opción.

NINGUNA OFERTA DE COMPRA
Nadie, tampoco el Bayern, como se sugirió en verano, tampoco la Juve, que le llegó a tantear, ofreció esos 40 millones que le habrían liberado. A pesar de que su cláusula era (y es) de 150 millones. Desde 2019, cuando dejó volar su imaginación, no ha aterrizado ninguna oferta en firme en las oficinas del Metropolitano. Su cesión expira el 30 de junio y el Chelsea tendría que pagar 35 millones para hacerse con él. Ahora mismo nadie contempla ese escenario.

La historia de Saúl tomó impulso en Vallecas, en 2014. Tras concluir su préstamo en el Rayo, se encontró con menos minutos de los deseados en el Atlético. Aquel descontento, en 2015, acabó en renovación.

En 2017, el Barça llamó a la puerta del Atlético, dispuesto a abonar los 80 millones de cláusula. Aquello desembocó, vía Jorge Mendes, en una faraónica ampliación hasta 2026, con una cláusula de 150 millones y un salario de siete millones netos. Tenía 22 años y un horizonte indescifrable.

UN NUEVO ROL
Al tiempo que Simeone le empezaba a encontrar acomodo en el flanco izquierdo, alejándole del centro, su entorno empujó para hacerle ver de nuevo que el cielo pasaba por la Premier. Que allí sería valorado como merecía. A Saúl le costó asumir mentalmente ese nuevo rol. Ya no era imprescindible. Al menos no en el lugar que él deseaba. En algunos rincones del club rojiblanco deslizaban que su apuesta por el veganismo habría sido una de las causas del bajón de su rendimiento físico.

«Me veía estancado en una posición que no era la mía. Tenía un bloqueo que no me permitía jugar a mi mejor nivel. Lo he pasado mal», fue su despedida más allá de las 23:57 de aquel largo 31 de agosto. A las 10.00 de esa mañana, su agente pidió un último esfuerzo para encauzar su marcha. Sin él, Griezmann no habría sido posible en el Atlético. Sin Antoine, él no estaría en Londres.

Hoy Saúl se encuentra en un afilado laberinto. Es uno de los centrocampistas de un campeón de Europa que tiene a dos de los mejores mediocentros del continente: Kanté y Jorginho. Un equipo en plenitud física y mental, que manda en la Premier y asusta en Europa. En sus últimas tres tardes con el Atlético, acostado en el carril zurdo, tuvo más peso del que ha tenido hasta ahora en Londres. El mejor equipo de Europa no espera a nadie. Tampoco a Saúl. De ahí su encrucijada.

Fuente: El Mundo.

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