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Macron impone un azul «más viril» para la bandera nacional.

Emmanuel Macron ha cambiado el color azul de la bandera de Francia, para darle un tono más «vigoroso» y «marcial», aspirando a «reanudar» con la tradición «revolucionaria» de 1789, que ya estuvo muy presente en su triunfante elección presidencial del 2017, con un libro y programa político que se llamó «¡Revolución!».

Los colores de la bandera nacional, azul, blanco y rojo permanecen intactos desde 1794. Con dos matices quizá significativos. En 1976, Valery Giscard d’Estaing decidió modificar ligeramente el azul tradicional de la bandera francesa, dándole una tonalidad «cobalto», más «amable» y menos «brutal», «más próxima al azul de la bandera europea». El retrato oficial de Giscard, en su día, fue realizado por Jacques Henri Lartigue, y quizá sea el mejor de los retratos de un presidente francés: un presidente joven con una bandera nacional ondeando, ligeramente retocada, con el fin de «armonizar» los tonos.

Cuarenta y cuatro años más tarde, el mes de julio del 2020, el presidente Macron, decidió dar otro cambio de matiz, tras una larga reflexión y conversaciones con el escenógrafo oficial del Elíseo, Arnaud Jolens: volver a dar al azul de la bandera nacional el tono azul marino, original y más «viril» de la bandera nacional de 1794.

En un país que tiene incontables críticos de arte, críticos de fotografía, infinitos exégetas de la vida pública, nadie había advertido ese sutil cambio del color azul de la bandera nacional. Hasta que dos periodistas, autores de un libro titulado ‘Elíseo confidencial’, recién publicado, han descubierto el pastel, que solo afecta, por ahora, a un número relativamente reducido de banderas nacionales: las que ondean en el Elíseo, varios ministerios e instituciones. La lenta sustitución de la bandera nacional, en toda Francia, se irá realizando «sin prisa pero sin pausa».

Decisión puramente estética
El Elíseo no ha deseado comentar por extenso una decisión «puramente estética», según las fuentes oficiosas, insistiendo en que «no se trata de modificar en profundidad los símbolos de la República».

A seis meses de la próxima elección presidencial, la decisión parece cargada de una poderosa dimensión simbólica.

Macron fue elegido presidente prometiendo una revolución, liberal – reformista: «Reformar Francia para refundar Europa». En marcha, inconfesable, la nueva campaña presidencial se descubre con retraso que el mismo Macron desea devolver a la bandera nacional sus colores «más viriles y marciales», fiel a la tradición de la primera de las revoluciones francesas, la de 1789-93.

Bueno. Sin duda, la elección de un color azul «más vigoroso» quizá no cambie el voto de muchos millares de franceses. Pero la insistencia en los «valores» y «principios» de la revolución que fundó la Francia moderna confirma la ambición presidencial más profunda: presentar un proyecto político, una «casa común», donde pudieran tener cabida políticos y electores de centro, derecha, centro izquierda y centro derecha, enarbolando la bandera y el sable en ristre, a caballo y paso de carga de la magna tradición bonapartista, enarbolando una bandera «muy viril».

Fuente: ABC.

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