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Polonia dice que Minsk le envía ahora inmigrantes «muy agresivos».

En este desafío de Bielorrusia a las fronteras de Polonia, las de Europa, con seres humanos como rehenes y donde no hay forma de certificar lo que está pasando a ninguno de los dos lados, las autoridades de Varsovia volvieron a denunciar este domingo que el régimen de Alexander Lukashenko no ha parado de empujar a los migrantes a cruzar a su territorio. Y recalca que quienes participaron en el intento este sábado por la noche fueron «muy agresivos».

Una acusación con la que Polonia podría estar queriendo justificar las multitudinarias expulsiones sumarias de inmigrantes apoyándose en la sentencia conseguida por España en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, que en 2020 avaló las llamadas ‘devoluciones en caliente’ en Ceuta y Melilla en caso de que las incursiones se realizaran con violencia.

Más allá de las imagenes de los aseados centros logísticos llenos de inmigrantes –donde el régimen de Minsk sí ha permitido entrar a las cámaras estos días–, la versión oficial de Varsovia se endurecía este domingo coincidiendo con la visita de su primer ministro, Mateusz Morawiecki a los países bálticos en busca de apoyo.

«Armados y borrachos»
En medio de ese viaje, el ministro de Defensa Nacional publicaba en las redes que «bielorrusos borrachos están de servicio en la frontera armados» acompañado de un vídeo cuya veracidad no se puede contrastar, al tiempo que el propio Morawiecki agitaba en sus canales la hipótesis de una ofensiva de Vladimir Putin. «Nos preocupa la creciente presencia de tropas rusas en Ucrania, en Bielorrusia, a lo largo de la frontera entre Rusia y Bielorrusia y en el Óblast de Kaliningrado. Puede utilizarse para un ataque directo». Una encuesta difundida ayer por ‘Rzeczpospolita’ avisaba de que el 55,1% de los polacos temen una escalada.

El fantasma de un conflicto armado atrae preocupaciones, las acusaciones mutuas gruesas –ebrios, uso de niños… – distraen lo suyo y la emergencia humanitaria corre el riesgo de quedarse un plano más atrás. Sobre todo cuando es inaccesible.

El mensaje oficial de la guardia de fronteras sobre esa presumible violencia de los inmigrantes durante el fin de semana decía: «El sábado, un centenar de extranjeros muy agresivos llevados a la frontera por militares bielorrusos, intentaron entrar a Polonia por la fuerza. Los servicios polacos lo evitaron». En total, se refieren 208 tentativas el sábado de «forzar su entrada» en el país «algo menos que el viernes pero muy por debajo de los 501 intentos registrados el miércoles».

«Les pegaron y les obligaron a manifestarse contra Polonia», atestigua un kurdo iraquí cuyo nombre responde a las iniciales R.B., que logró el pasado día cinco llegar a Alemania, pero cuya esposa permanece al raso en el campo de inmigrantes bielorruso, que traspasando la frontera linda con el sur de Hajnowka.

De su propia experiencia, R.B. reitera a este diario que los soldados de Lukashenko «te machacan si no haces lo que quieren» y que una noche pusieron a un grupo entero contra la alambrada de concertinas «a gritar y a intentar romperlas». «Somos gente pacífica, buscamos una vida mejor, no somos terroristas», lamenta. También relata que los militares polacos con los que se las vio tantas veces no son mejores. «Tengo un amigo al que dispararon con una bala de goma diciéndole ‘jódete, esto para que regreses a Irak’». Tampoco hay forma de contrastarlo.

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