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El Barcelona paga el caos en Granada.

La debilidad se desvela ante el precipicio. Es ahí donde el miedo te arrastra hacia abajo, por mucho que la cabeza pretenda mirar hacia arriba. El Barcelona, caótico e incapaz de encontrar la calma en la pelota, se entregó a un nuevo ejercicio de supervivencia. Y permitió que el Granada, en superioridad gracias a la ingenua expulsión de Gavi, empatara el partido gracias a un latigazo de Puertas a la escuadra. Incluso Montoro, al que Ter Stegen tuvo que negar sobre la línea, husmeó un último golpe que no llegó. Es tan fina la línea fronteriza por la que camina el equipo de Xavi Hernández que el juego y la esperanza se deforman en la agonía. [1-1. Narración y estadísticas]

Fijémonos en Ousmane Dembélé. Todo incoherencia. Es imposible saber qué es lo que pretende, ni en el fútbol ni en la vida. Quizá ni él mismo lo sepa. Pero es en ese instante en el que le va a llegar la pelota cuando la expectativa se convierte en diabólica inquietud. No fueron pocas las veces que el balón pasó bajo su suela cuando parecía imposible que se le escapara el control. El público de Los Cármenes se tomó esos episodios a risa, aunque asumiera también cierta desconfianza. Porque Dembélé, pese a su caos expansivo, pese a los regates retorcidos y los recortes absurdos, creía ver algo que nadie más podía. Extraña belleza. Extraña tortura.

No le quedaba otra al Barcelona de Xavi que entregarse al mundo ilógico de Dembélé. Porque desde el juego estático y ante la extrema celeridad con la que los futbolistas trataban de cerrar las jugadas, no había manera de penetrar en la férrea estructura defensiva del Granada de Robert Moreno, granítico en su 4-4-2. Nico y Gavi, los interiores en el 4-3-3, iban siempre a los espacios marcados en la pizarra por Xavi para generar superioridades. Pero lo hacían tan rápido que, al atrapar el balón, el compañero con el que debía buscar la alianza aún no había llegado. El juego de posición requiere cierta pausa constructiva que los azulgrana, demasiado jóvenes, demasiado impetuosos, aún no han podido alcanzar. Al tiempo. Mientras tanto, nadie ofrece el criterio creativo de Dani Alves, que se estrenó otra vez en la Liga. Con 38 años y como lateral.

Gomoso y por momentos insoportable el partido ante la dificultad de los equipos para tomar las áreas -el Barça buscaba los centros a Luuk de Jong, el Granada las carreras de Machís y Luis Suárez-, la atención recayó en el colegiado González Fuertes, que nunca supo tomar el pulso al partido.

GOL ANULADO A DE JONG
Tuvo que intervenir pronto el equipo arbitral en una jugada que pudo ser capital. Luuk, dispuesto a continuar con la buenaventura encontrada en Mallorca, clavado otra vez en un cruce de caminos imposible entre Ibrahimovic y Bergkamp, ganó la espalda a su par con pillería y cabeceó a gol. Su posición era correcta. Intervino entonces el VAR para advertir a González Fuertes de una infracción. Pero en un episodio anterior. Gavi, antes de que brindara el centro del gol, se había topado con Jutglà en el flanco izquierdo, donde recogió la pelota ligeramente avanzado. Eso fue al menos lo que trató de indicar el videoarbitraje con esas líneas que arrastran a este deporte a un escenario de perfección geométrica. Justo lo que no es el fútbol. El tanto fue anulado por fuera de juego.

De Jong, en cualquier caso, siguió a lo suyo. Imitó a un escorpión en un remate aéreo y de espuela. Y reclamó un penalti por un empujón en el área de Torrente. En el Granada, mientras, se quejaron por una mano de Busquets fuera de la zona de castigo y por una falta de Gavi a Milla, quien reclamó la segunda tarjeta amarilla para el azulgrana. Gavi, penalizado por una impulsividad aún descontrolada, ya no pudo evitar la expulsión a diez minutos del final tras una innecesaria falta al ex azulgrana Collado. Entre tanto lío, Ter Stegen tuvo que sacar una mano salvadora a disparo de Darwin Machís.

Si el Barcelona pretendía sacar algo de Granada sólo podía confiar la salida a Dani Alves. El brasileño supo esperar el momento perfecto en que De Jong burló al defensor. El tallo neerlandés agradeció el regalo a su manera, con un testarazo a la red ante el que nada pudo poner el portero Luis Maximiano.

Una vez en ventaja, el Barcelona se vio obligado a resistir. Y lo haría ya con Lenglet, sustituto del lesionado Eric García, y con la esperanza de que Memphis y Abde lograran algo de provecho tras su irrupción desde el banco. No fue así. Robert Moreno cargó cuanto pudo su ataque. Xavi prefirió sacar a Álvaro Sanz antes que a Riqui Puig, olvidado en el banco por culpa de su mal partido en Mallorca. Y la roja a Gavi convenció a los azulgrana de que, esta vez, ni siquiera bastaría con achicar agua. Puertas así lo confirmó.

Fue otra tarde en la que el Barcelona pasó de la impaciencia al desorden. De la confusión al caos. Feo preámbulo ante la disputa de la Supercopa.

Fuente: El Mundo.

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