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Segunda condena de la Junta militar golpista de Birmania contra Aung San Suu Kyi.

Tras su sentencia en diciembre a cuatro años de cárcel por incitar a la revuelta, que fue luego reducida a la mitad, la dirigente birmana y Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi ha sido condenada este lunes a una nueva pena de prisión. Según ha anunciado el portal de noticias ‘Myanmar Now’, a Suu Kyi le han caído otros cuatro años más entre rejas por la importación ilegal de unos walkie-talkies y por violar las restricciones del coronavirus.

Con dichos cargos, los militares que le arrebataron el poder en el golpe de Estado de febrero del año pasado pretenden retirarla de la circulación, ya que se enfrenta a varios juicios más que podrían privarla de libertad el resto de sus días.

Junto a estas acusaciones, especialmente chirriantes en el caso de los walkie-talkies, su suma otro proceso por supuesta revelación de secretos oficiales.

A sus 76 años, Aung San Suu Kyi permanece detenida desde la asonada militar al igual que el presidente del país, Win Myint. Juzgada a puerta cerrada y sin que sus abogados puedan informar ni a los medios ni al público, su procesamiento forma parte de la brutal represión con la que el Ejército intenta sofocar las protestas contra su golpe de Estado en Myanmar (nombre oficial de la antigua Birmania). Desde que tomaron el poder por la fuerza, la Asociación de Asistencia a los Prisioneros Políticos calcula que más de 1.450 personas han muerto en la revuelta y 11.400 han sido detenidas. Una mano dura que han criticado la propia ONU y las organizaciones defensoras de los derechos humanos, pero que a los militares golpistas no les parece importar porque cuentan con el apoyo de dos aliados tradicionales como la vecina China y Rusia.

Al mando el general Min Aung Hlaing, el Ejército le arrebató el poder a Aung San Suu Kyi, líder «de facto» del Gobierno, después de que su partido, la Liga Nacional para la Democracia (LND), arrasara en las elecciones de finales de 2020, las segundas que se celebraban de forma libre tras las de 2015. Dichos comicios suponían la consolidación de la democracia después de seis décadas de dictadura militar, pero los militares alegaron un fraude electoral que no detectaron los observadores internacionales. Para el Ejército, humillado por la derrota de su partido en las elecciones, cualquier excusa era válida para retomar el poder en el país y volver a derrocar a ‘La dama’, como es conocida Aung San Suu Kyi.

Nacida en 1945 en la élite de Rangún (hoy Yangón), la antigua «mujer fuerte» de Birmania es hija del general Aung San, héroe de la independencia asesinado cuando ella tenía solo dos años. Educada en los mejores colegios y en Oxford, trabajó en la ONU, donde conoció a su marido, el profesor británico Michael Aris, con quien tuvo dos hijos. Al volver a Birmania para visitar a su madre enferma en 1988, en plena revuelta contra el dictador Ne Win, tomó el testigo del movimiento democrático y ganó las elecciones de 1990, anuladas por la Junta militar.

La mujer fuerte
Aung San Suu Kyi se pasó bajo arresto domiciliario una década y media que la separó de sus hijos y le impidió despedirse de su marido antes de que este falleciera de cáncer en 1999. Por todos estos sacrificios que hizo en su lucha por la democracia, fue galardonada con el Nobel de la Paz en 1991. Pero no dudó en abrazar el pragmatismo y renunciar a sus principios cuando su partido ganó las elecciones de 2015 y se hizo con el poder en Birmania. Así se lo había dejado claro a ABC en una entrevista nada más ser liberada en 2010, cuando abogó por tener buenas relaciones con China y reconoció que los intereses económicos estaban por encima de los políticos.

En los últimos años, y pese a seguir contando con un apoyo mayoritario en su país, su imagen se ha resentido en el extranjero por sus críticas a los musulmanes, odiados sin disimulo en la budista Birmania. En diciembre de 2019, y sin que tuviera necesidad de hacerlo, acudió al Tribunal Penal Internacional de La Haya para negar la persecución sobre los rohingyas (pronúnciese ‘rojinga’), que la ONU ha calificado de «limpieza étnica». Icono de la lucha por la libertad y luego cómplice de genocidio, Aung San Suu Kyi vuelve a convertirse en mártir de la democracia con esta nueva persecución que podría llevarla a la cárcel hasta su muerte.

Fuente: ABC.

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