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La entrenadora de perros que se enamoró de un asesino convicto en la cárcel donde trabajaba y le ayudó a fugarse.

Cuando Toby Dorr tenía 47 años, se enamoró de un asesino convicto y lo sacó de la prisión federal donde trabajaba. Recientemente, su historia se ha convertido en una película para el canal estadounidense Lifetime, ‘Jailbreak Lovers’, que se estrenó el pasado 2 de julio.

Antes de que Dorr se enamorara de un criminal y se convirtiera en una de ellos, nunca fue alguien que rompiera las reglas, y mucho menos la ley. Se casó con el primer hombre con el que salió y centró su vida en trabajar en una empresa, criar a sus hijos e ir a la iglesia. Todo eso cambió cuando Dorr conoció a John Manard, un delincuente convicto.

Manard era uno de los reclusos que entrenaba perros a través del programa en el que trabajaba Toby en el Centro Correccional de Lansing, una prisión estatal en Kansas. Fue realizando esta tarea cuando Manard se acercó a Dorr para tratar temas no laborales.

Él la escuchó hablar sobre su matrimonio vacío, un aborto espontáneo, el diagnóstico de cáncer de tiroides y su padre moribundo. En febrero de 2006, dos años después de su encuentro inicial, Dorr ayudó a Manard a escapar de la prisión. Los dos estuvieron prófugos durante 12 días antes de que la policía les detuviera y les arrestara.

Una vez bajo custodia, Dorr pasó 27 meses en una prisión federal por ayudar a Manard a escapar en una jaula para perros. Se declaró culpable de un cargo estatal de ser cómplice en la fuga de un prisionero y un cargo federal de proporcionar un arma de fuego a un delincuente.

Al enterarse de sus crímenes, su marido solicitó el divorcio y sus hermanas e hijos cortaron el contacto con ella dejándola sola en todos los sentidos.

Dorr terminó en una prisión solo para mujeres donde las reclusas tenían pocas formas de ocupar su tiempo. Se puso a escribir y completó un diario por cada mes que estuvo allí: 27 cuadernos en total.

El proceso de escritura le permitió hablar sobre el dolor de su aborto espontáneo y llorar a la hija que nunca tuvo, le dijo a ‘Insider‘. Hacerse amiga de otras reclusas también le enseñó el poder de la amistad y la ayudó a descubrir quién era ella.

En 2009, Dorr se volvió a casar con su ahora esposo Chris y está orgullosa de ser abuela. También está orgullosa de los libros de trabajo que diseñó para ayudar a otras mujeres en prisión que se sienten perdidas como ella, como el recientemente publicado ‘Living With Conviction’.

«Aprendí que la libertad es un estado de ánimo, no una circunstancia. No recomiendo mi camino, pero creo firmemente que comandamos nuestros propios destinos», cuenta ahora Toby a ‘Today’. «Mi obsesión por el deber me impedía considerar opciones legalmente más aceptables», añade. «Si hubiera tenido el coraje y la conciencia de enfrentarme a mis debilidades décadas antes, nunca me habría enamorado de John Manard». Hoy día confiesa que ha hecho las paces consigo misma por lo que hizo en el pasado.

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