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“En Monster traté de arrojar luz sobre quienes son incapaces de adaptarse a la sociedad”

No he oído ninguna crítica en torno a presentar niños gays en la película, sostiene Hirokazu Kore-eda // Cuando leí la trama, pensé que tendríamos que abordarla con cuidado, precisa el realizador.

El mayor conocimiento que podemos transmitir es la empatía”, afirmó John Cameron Mitchell, cineasta detrás del musical queer Hedwig and the Angry Inch. Habló en su calidad de presidente del jurado de la Palma Queer, que se entregó en el pasado festival de cine de Cannes, mientras otorgaba el premio a Monster, de Hirokazu Kore-eda.

La cinta es una historia de dos chavos de escuela que encuentran, el uno en el otro, un amor joven e inocente. Nosotros, como personas queer, que no podemos ni queremos conformarnos, honramos esta película porque su realizador entiende que el forastero es un chamán, continuó Cameron Mitchell. El forastero posee conocimientos secretos que son vitales para la evolución y supervivencia de nuestra sociedad.

Kore-eda, de 61 años, ha pasado gran parte de su carrera explorando la vida de los forasteros, ya sea la afligida Yumiko en su revolucionaria película Maborosi, de 1995, el sin suerte Ryota en After the Storm, de 2016, o la familia de pequeños ladrones en Shoplifers, ganadora de la Palma de Oro en 2018.

Pero la reciente película del director lo ve aventurarse en un territorio nuevo y delicado.

“Cuando le dieron (la Palma Queer) escuché al jurado leer los comentarios. Dijeron que se trataba de una película que arrojaba luz sobre las personas que no eran capaces de adaptarse a la sociedad”, afirma Kore-eda. Me hizo pensar, en realidad, sí, eso es más o menos lo que estaba tratando de hacer.

A lo largo de su carrera, Kore-eda ha sido comparado en forma amplia (y ligeramente reduccionista) con el director de Tokyo Story, Yasujirō Ozu, uno de los grandes maestros del cine discreto, en gran parte debido al poder y el aplomo de sus dramas realistas. Y, sin embargo, Monster ha generado comparaciones con ese otro titán del cine japonés de la época dorada: Akira Kurosawa, y su clásico Rashomon, que cambia la perspectiva. No se me ocurre nadie a quien no le gustaría que lo compararan con Kurosawa, admite Kore-eda. Pero en cierto modo es vergonzoso, porque sus películas son obras maestras.

Sin embargo, como señala, las comparaciones son algo engañosas. Un punto más cercano para ello, sostiene Hirokazu, sería el drama Elephant, de Gus Van Sant, de 2003, que narra el asesinato de varios alumnos de una escuela por un adolescente.

Después de firmar para dirigir el guion de Yuji Sakamoto, consultó con una organización que apoya a los niños LGBT+. Conseguimos que algunos expertos lo leyeran y se dieron cuenta de que al principio estaba un poco confuso, comparte. Había partes en las que este chico principal era obviamente consciente de que era gay, pero había otras partes en las que no parecía ser consciente de ello, y se preguntaba qué era, y buscaba, y había un poco de confusión. Me dijeron que cualquiera de las versiones sería bastante plausible en la sociedad actual, pero me aconsejaron que eligiera una versión u otra. Lo revisé ligeramente para eliminar las partes en las que es obvio que sabe que es gay.

En Occidente, la intersección entre lo queer y la infancia puede ser una cuestión tensa y politizada. Si bien un puñado de películas han sido elogiadas por sus representaciones sensibles de la mayoría de edad LGBT+, como Close, de Lukas Dhont, o Moonlight, de Barry Jenkins, ganadora del Óscar, el acto mismo de representar a niños gay en la pantalla sigue abierto a controversia.

No he oído ninguna crítica en ese sentido, asegura Kore-eda. Pero cuando leí la trama por primera vez, pensé que tendríamos que abordar esto con cuidado; por eso involucramos al grupo de apoyo LGBT+. Se trajo un coordinador de intimidad al set, y también se utilizó durante los ensayos para cualquier escena que involucrara algún tipo de intimidad física. Hablamos sobre las representaciones en los medios estadunidenses y sobre cuánto es aceptable y qué se consideraría pornografía infantil en Estados Unidos.

En última instancia, es difícil imaginar que alguien se oponga a Monster por lo inocente e infantil que es su relación central. Kore-eda siempre se ha destacado por lograr actuaciones de primer nivel de niños en películas, como el drama de distanciamiento entre hermanos I Wish y la potente De tal padre, tal hijo, que sigue la historia de dos familias que descubren que sus hijos fueron cambiados al nacer. Cuando hay que elegir al elenco, añade Kore-eda, ni siquiera se trata de la actuación. Es instinto: si quiero trabajar con ellos. Se me conoce por elegir niños actores sin siquiera verlos actuar.

Añade: a veces me equivoco (en la elección de actores), pero con los niños actores siento que mi instinto casi siempre es correcto. He estado haciendo esto durante treinta y tantos años y tengo bastante confianza en ello.

Históricamente, Kore-eda ha evitado los guiones escritos con anteriordad cuando trabaja con niños actores. Si tienen líneas, se las susurro en el set, comenta. Y trato de hacer que su personaje se acerque lo más posible a su personalidad en la vida real. Pero esta vez fue diferente, porque el tema era bastante delicado.

Por las implicaciones de la historia, el director acabó adoptando el mismo enfoque que (con) los adultos. Hicieron su investigación. Leyeron el guion. Estudiaron las líneas para entender adecuadamente el diálogo.

El apetito por el cine del este asiático en los países de habla inglesa ha crecido en los años recientes; basta con mirar el éxito de Parásitos, de Bong Joon-ho (o, en el mundo de la televisión, el megaéxito de Netflix El juego del calamar). Es poco probable que el trabajo de Kore-eda tenga este alcance; es demasiado gentil, demasiado paciente. Pero Monster es una película poderosa y significativa que, como muchas otras de Kore-eda, rebosa empatía.

 

Fuente: La Jornada

Foto: La Jornada

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