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De la transformación al discurso de la estabilidad: López Obrador se instala en el mantra del “vamos bien”.

Un desplome sin precedentes en el último siglo, la idea de la recuperación y un proyecto político que se propone “anular el neoliberalismo”. Con estos ingredientes, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, reivindica un modelo económico que, más allá de las etiquetas que le imponen o que él mismo se adjudica, ya es el eje de su discurso una vez llegado al ecuador del mandato. De la idea de la transformación a la de estabilidad, el mandatario se ha instalado en el mantra del “vamos bien”. Un optimismo que expertos y opositores ponen en entredicho, sobre todo por las nubes que anuncia la inflación, y que desde el Gobierno defienden incluso esgrimiendo las previsiones de crecimiento del Producto Interno Bruto del Fondo Monetario Internacional (FMI).

López Obrador utilizó esta semana cinco argumentos para tratar de sostener su filosofía tras una caída de la economía que alcanzó un 8,5% en 2020, el mayor descalabro desde la Gran Recesión. Y, sobre todo, para apuntarse el mérito de haber sorteado males mayores. En una conferencia de prensa matutina afirmó que México ya es “un ejemplo” internacional en contra el sistema neoliberal. Le preguntaron si existen pruebas de ello y el presidente enumeró las que considera como evidencias. Esto es, evitar un aumento de la deuda; el ritmo de la recuperación; el bienestar; la gobernabilidad; y la estabilidad de las finanzas públicas. El mandatario se esforzó en demostrar, en definitiva, que el año de la pandemia de la covid-19 reforzó sus tesis económicas.

Esta defensa se produce en un momento en el que el Gobierno trata de aprobar una reforma eléctrica que recupera el protagonismo de una empresa del Estado, la Comisión Federal de Electricidad (CFE), y que desmantela el modelo vigente. La iniciativa tendrá, según expertos, inversores y el propio FMI, un duro impacto en el sector energético. Pero, además de las premisas políticas que están que envuelven la nueva ley, el mandatario la presenta como un paso rentable para el país y los bolsillos de los consumidores.

“No nos endeudamos, como lo hicieron la mayoría de los países después de la pandemia o para enfrentar la crisis económica que auspició la pandemia”, mantiene López Obrador. La estrategia de su equipo parte del supuesto de que México no es Estados Unidos ni Alemania y no podía diseñar sus planes como estos países. Según los cálculos del exministro de Hacienda Arturo Herrera, designado como nuevo gobernador del banco central a partir de enero, un programa más agresivo hubiera llevado consigo compromisos de pago de cerca de 350.000 millones de pesos adicionales, una cifra similar a la inversión pública en educación superior y media superior.

El FMI confirmó el martes un crecimiento para México del 6,2%, lo que supone un retroceso de una décima con respecto a la estimación de julio pasado, pero coincide con el promedio general de América Latina. La media de las llamadas economías avanzadas es un 5,2% y el organismo financiero adjudica un 6% a Estados Unidos. “Nos estamos recuperando más pronto que otros países”, dijo el mandatario. Sin embargo, estos datos no pueden leerse como un ranking sin tener en cuenta otros factores como la brutal caída de 2020 o la inflación, que duplica la meta del 3% prevista inicialmente por el Banco de México. Los expertos del Fondo señalan también, en otro reciente informe, que el Ejecutivo debe reconsiderar reforma energética, impulsar otro cambio estructural como una reforma fiscal, además de vigilar el gasto de Pemex y el sistema de pensiones.

“Hay crecimiento, pero también hay bienestar”, agregó López Obrador. Para entender esa idea se puede acudir a los datos de empleo. Es cierto, por ejemplo, que la curva de ocupación ha regresado a cifras asimilables a principios de 2020, cuando la pandemia de coronavirus todavía no había hecho saltar todas las alarmas. Aun así, un informe del centro de estudios del BBVA México, destaca que “la informalidad laboral es la ganadora en la recuperación del empleo” y en agosto siguió “en niveles superiores en su comparación anual y respecto a su nivel previo a la pandemia”.

Pese a que eso suele suele traducirse en un horizonte más incierto, además de mayor precariedad y jornadas más largas, el presidente cabalga la ola de la estabilidad, tanto económica como de la gestión pública. “No hay inestabilidad política. Hay gobernabilidad”, remachó. En comparación otros países de la región, México ha afrontado muchas menos convulsiones sociales y la rutina política, dominada por el presidente, que mantiene elevados índices de popularidad según la mayoría de las firmas encuestadoras -por encima del 50% y el 60%-, ha seguido su curso a pesar de la elevada polarización. Sin embargo, la amenaza de la inseguridad acecha a varios territorios que afrontan una nueva guerra del narco, con balances escalofriantes de cientos de muertos. Hace dos semanas fue descubierto un centro de exterminio en la frontera entre Tamaulipas y Texas. En este contexto, a principios de mes, las Administraciones de López Obrador y Joe Biden sellaron un nuevo acuerdo de seguridad para tratar de contener la violencia y los asesinatos a través de programas sociales centrados en el desarrollo de las comunidades.

Por último, López Obrador abundo en las arcas del Estado: “Tenemos finanzas públicas estables. No hay devaluación”. El peso mexicano no se ha devaluado tanto como otras divisas, por el ejemplo el peso colombiano o el argentino, en dos países con Gobiernos de signos opuestos. Al mismo tiempo, los mexicanos tienen ante un horizonte poco halagüeño en lo que respecta la inflación, que en septiembre alcanzó un 6% con subidas de precios muy significativas como la del GLP, con un alza de hasta un 21%. La previsión del FMI es que se quede en un 5,4 al cierre del año.

El presidente recomendó al Banco de México, un órgano autónomo, vigilar tanto la inflación como el crecimiento. “En fin, vamos bien. Sí funciona nuestro modelo y es sencillo de aplicar, para eso voy a la ONU”, enfatizó esta semana haciendo referencia a su participación en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en noviembre. ¿En qué consiste ese modelo? “Cero corrupción, cero impunidad, austeridad, honestidad y combate a la desigualdad social”, resumió. Economía, pero como en todo su proyecto, sobre todo política.

Fuente: El País.

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