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Las Catacumbas de París son el escenario de la serie Berlín

París. La serie televisiva Berlín, precuela de La casa de papel, que se estrenará el viernes, está ambientada en las Catacumbas de París, antiguas canteras subterráneas que se transformaron en osarios y en la actualidad siguen despertando fascinación y fantasías, así como el interés de producciones cinematográficas.

A continuación cinco datos sobre ese sitio de la capital de Francia..

En el subsuelo parisino hay casi 300 kilómetros de galerías, situadas a varias decenas de metros de profundidad.

Esta enorme telaraña subterránea tiene en algunos segmentos varios niveles superpuestos y está formada por túnemes más o menos estrechos, así como por salas de extracción más grandes.

Estas redes fueron excavadas a partir del siglo XII, con el fin de extraer piedra caliza, útil para la construcción de edificios. Se encuentran principalmente en la orilla izquierda del río Sena, que atraviesa de este a oeste la capital francesa.

Al mismo tiempo, en el norte de la capital francesa, las canteras subterráneas de los barrios de Montmartre y Ménilmontant se utilizaban para extraer piedra de yeso. Como ésta es muy quebradiza, esos huecos generalmente se llenaban o colapsaban deliberadamente para evitar deslizamientos de tierra en la superficie.

A finales del siglo XVIII, la presencia del Cementerio de los Inocentes, en el corazón de París, en el barrio de Les Halles, provocó problemas de salud pública.

Se decidió cerrarlo y trasladar su contenido a las antiguas canteras subterráneas de la llamada Tombe-Issoire, en el distrito 14.

El osario municipal se estableció en 1786 y tomó el nombre de Catacumbas, en referencia a las necrópolis subterráneas de la antigua Roma.

Allí se depositaron los restos de varios millones de personas que murieron entre los siglos X y XVIII, procedentes de diferentes cementerios parisinos.

Este lugar se hizo accesible al público en 1809, pero con cita previa. Acogió a visitantes ilustres como Napoleón III, en 1860. Incluso se organizó allí un concierto clandestino con músicos de la Ópera de París en 1897.

Actualmente es accesible a todos sin autorización y recibe 550 mil visitantes al año, en un recorrido de mil 500 metros.

Este trayecto oficial ocupa una pequeña fracción de la Gran Red Sur, que se extiende a lo largo de más de 100 kilómetros bajo los distritos 5, 6, 14 y 15, y que está estrictamente prohibida a los visitantes.

Cataflics y catáfilos

Para hacer cumplir esta prohibición, existen los cataflics (en el francés popular flic quiere decir policía), un grupo de intervención y protección de la prefectura de policía, que inspecciona periódicamente los túneles y los recintos subterráneos.

Los visitantes, a menudo jóvenes, se arriesgan a recibir una multa si son sorprendidos por la patrulla.

También hay una microsociedad de aficionados a las catacumbas que se autodenominan los catáfilos, entre los que se cuentan juerguistas, grafiteros, apasionados del patrimonio, cata-limpiadores, que se encargan de borrar los residuos que dejan los juerguistas, e incluso cata-esprínteres, que hacen carreras de orientación subterránea, con linternas sobre la frente.

Es frecuente que visitantes inexpertos se pierdan en este laberinto: en 2017, dos adolescentes fueron encontrados en estado de hipotermia, después de haber vagado durante más de tres días bajo tierra.

Ese mismo año, más de 300 botellas de finos vinos, cuyo valor ascendía a los 250 mil euros, fueron robadas de un sótano que servía de bodega cerca del Jardín de Luxemburgo. Los ladrones atravesaron las catacumbas y rompieron un muro contiguo al sótano.

 

Fuente: La Jornada

Foto: La Jornada

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